He aquí el prometido ensayo de Luis Cosin sobre la capacidad ecológica de este planeta para sostener a los seres humanos. Un texto menos técnico y más comprometido de lo que él acostumbra.
Salu2,
AMT
¿Cuánto espacio físico necesita una persona para sobrevivir?
Esta pregunta es incómoda y a los más mayores pueden encontrar reminiscencias de ideologías basadas en el Lebensraum (o “espacio vital” (3)).
La respuesta no es única, y depende del estilo de vida y del rendimiento que se obtenga de ese espacio.
En este post, voy a seguir un artículo publicado hace más de 10 años por Dale Allen Pfeiffer, titulado “Comiendo combustibles fósiles” (1). En él se hacen una serie de afirmaciones escalofriantes que deberían hacernos reflexionar seriamente.
Los seres vivos (y los humanos no dejamos de ser seres vivos insertos en un ecosistema más o menos alterado por nosotros mismos) necesitamos un suministro de materiales y energía para mantenernos vivos y desarrollar nuestra actividad.
Hasta la aparición de los combustibles fósiles, esta energía y estos materiales venían esencialmente de la agricultura y la ganadería.
Esencialmente, los seres humanos aumentaban su población y su nivel de
vida a base de reducir el espacio y la energía fotosintética disponible
para el resto de seres vivos.
Dale Allen Pfeiffer lo resume perfectamente en unas pocas frases:
“La
necesidad de aumentar la producción agrícola fue una de las causas
comunes para la mayoría de las guerras en la historia que conocemos,
junto con la expansión de la energía básica (y la producción agrícola es
verdaderamente una parte esencial de la energía básica). Y cuando los
europeos no pudieron ampliar más los cultivos, comenzaron con la tarea
de conquistar el mundo. A los exploradores les siguieron los
conquistadores y los comerciantes y los colonizadores. Las razones
proclamadas para la expansión pueden haber sido el comercio, la
avaricia, el imperio, o simplemente la curiosidad, pero en la base de
todo ello, estaba la expansión de la productividad agraria.”
África,
América y Oceanía eran continentes mucho menos poblados que Asia y
Europa, con sistemas de producción agraria menos eficientes (en general) y durante siglos fueron la válvula de escape
para los excedentes de población de los dos primeros, que llevaron
consigo los sistemas de explotación intensivos propios de sus regiones
de origen.
El sistema basado en la propiedad de la tierra y los frutos producidos por ella llega a su máxima expresión en el siglo XVIII. El poder de la época, la aristocracia europea (y la de otras latitudes) esencialmente era terrateniente y comerciante
de productos agrícolas y manufacturas. Es el sistema económico que
teorizan Víctor Riquetti, Von Hornick y Adam Smith y que se lleva a la
práctica de mano de ministros como el francés Colbert: el Mercantilismo (6), germen del capitalismo moderno.
“El pensamiento mercantilista se puede sintetizar a través de las nueve reglas de Von Hornick:
- Que cada pulgada del suelo de un país se utilice para la agricultura, la minería o las manufacturas.
- Que todas las materias primas que se encuentren en un país se utilicen en las manufacturas nacionales, porque los bienes acabados tienen un valor mayor que las materias primas
- Que se fomente una población grande y trabajadora.
- Que se prohíban todas las exportaciones de oro y plata y que todo el dinero nacional se mantenga en circulación.
- Que se obstaculicen tanto cuanto sea posible todas las importaciones de bienes extranjeros
- Que donde sean indispensables determinadas importaciones deban obtenerse de primera mano, a cambio de otros bienes nacionales, y no de oro y plata.
- Que en la medida que sea posible las importaciones se limiten a las primeras materias que puedan acabarse en el país.
- Que se busquen constantemente las oportunidades para vender el excedente de manufacturas de un país a los extranjeros, en la medida necesaria, a cambio de oro y plata.
- Que no se permita ninguna importación si los bienes que se importan existen de modo suficiente y adecuado en el país.”
Estando así las cosas, surge la tecnología del vapor, basada en el carbón, y el resto de los combustibles fósiles. La revolución industrial viene, hacia 1.750, en un momento de estancamiento en el cual amplias capas de la población habían caído en la pobreza a causa de la incapacidad del sistema (rígido, basado en la productividad de la tierra) para absorber el incremento demográfico.
Las guerras y las hambrunas eran frecuentes, como la provocada por la
pequeña edad del hielo (uno de cuyos picos fue alrededor de 1.770, y que
se llevó por delante a un 5%-10% de la población europea, notar la
curiosa coincidencia con la Revolución Francesa, ocurrida 3 años más
tarde (4) ). Y es que el sistema estaba al límite (5).
El
carbón (y posteriormente el petróleo, el gas natural, la energía
nuclear y el resto de fuentes de energía básica no renovables) desligan,
por primera vez en la historia, el crecimiento de la población y su
nivel de vida de las posibilidades de conseguir energía primaria y
materiales de la tierra.
En
estos 200 años, la población humana se ha multiplicado por 7 y ha
alcanzado un desarrollo tecnológico y social sin precedentes.
El capitalismo moderno (y el socialismo) deben su desarrollo a esta reserva formidable de energía.
Citando a Dale Allen Pfeiffer:
“Justo
cuando la producción agrícola no ya no pudo extenderse más mediante el
aumento de la superficie cultivada, nuevas innovaciones vinieron a hacer
posible una explotación más concienzuda de la superficie ya disponible.
El proceso de desplazamiento de “plaga” y de apropiación para la
agricultura acelerada con la revolución industrial como la mecanización
de la agricultura aceleraron la limpieza y el cultivo de la tierra y
aumentaron la cantidad de tierras de cultivo que podían ser atendidas
por una persona. Con cada incremento en la producción alimenticia, la
población humana crecía rápidamente.
En
la actualidad, los seres humanos se han apropiado de cerca del 40% de
todas las tierras con capacidad fotosintética. En los EEUU se toma más
de la mitad de la energía captada por fotosíntesis Hemos acaparado todo
el patrimonio real primario sobre este planeta. El resto de la
naturaleza se ve forzada a contraer deudas con lo que queda. Este es,
sencillamente, uno de los factores principales para la extinción de
especies y de la presión sobre los ecosistemas.”
Entre
los años 40 y 60 del siglo XX, se produce un gran crecimiento
demográfico en los países desarrollados. Es el “Baby Boom”. Las familias
de 5, 6 y 7 miembros son relativamente frecuentes en el mundo
desarrollado, y la esperanza de vida aumenta casi 20 años (un
espectacular 30%).
Pensemos
que, sólo 10 años antes, la necesidad de “espacio vital” para una
población alemana depauperada y numerosa, había desencadenado la guerra
más mortífera jamás librada.
Este
despegue pacífico es posible gracias a que se generalizan una serie de
técnicas agrarias conocidas genéricamente como “revolución verde” de la
mano de científicos y divulgadores como Norman Borlaug y William Gaud.
La revolución verde reposa en 3 patas:
- Mecanización del trabajo
- Irrigación artificial
- Uso intensivo de fertilizantes artificiales (nitrogenados y fosfatados)
Estas
tres tecnologías requieren el uso intensivo de energía, que
naturalmente no proviene de las propias cosechas, sino de otras fuentes
de energía, que no son renovables: petróleo y combustibles fósiles. La
productividad por hectárea ha aumentado espectacularmente desde los años
40 (10):
Según estimaciones que publica Dale Allen Pfeiffer:
“En
los EEUU, se gastan anualmente 400 galones de petróleo equivalente
(1.514 litros según la equivalencia del galón estadounidense; 1 galón =
3’785 litros; n. del t.) para alimentar a cada estadounidense (datos
proporcionados en 1994). El consumo de energía agrícola se descompone
como sigue:
- 31% para la fabricación de fertilizantes inorgánicos.
- 19% para el funcionamiento de la maquinaria agrícola.
- 16% para el transporte.
- 13% para regadíos.
- 8% para aumentar la ganadería (no se incluye la alimentación del ganado).
- 5% para el secado de cultivos.
- 5% para la producción de pesticidas.
- 8% gastos diversos
No
se incluyen en este gráfico los costes del embalaje, la refrigeración,
el transporte hacia los puntos de venta al por menor y el uso de la
cocina doméstica.
Para
dar al lector una idea de la intensidad energética de la agricultura
moderna, la producción de un kilo de fertilizante de nitrógeno requiere
la energía equivalente de 1,4 a 1,8 litros de combustible diesel. No se
considera el gas natural como materia prima. De acuerdo a The Fertilizer Institute (http://www.tfi.org),
en el período anual del 30 de junio de 2001 al 30 de junio de 2002, los
Estados unidos utilizaron 12.009.300 de toneladas cortas de nitrógeno
fertilizante Usando
la cifra inferior de 1,4 litros de diesel equivalente por kilo de
nitrógeno, esto equivale a la energía contenida en 15.300 millones de
litros de combustible diesel o 96,2 millones de barriles.
Por supuesto, eso es sólo una comparación aproximada para dar una idea de la energía que la agricultura moderna requiere.”
Se
estima que alimentar a un ciudadano estadounidense (y, por extensión a
un habitante de un país desarrollado) requiere 0,5 hectáreas de terreno
cultivable de calidad por habitante con los métodos de la agricultura
industrial.
Según
estimaciones de la ONU, la máxima capacidad de carga (“carrying
capacity” (7), (9) ) sostenible de todas las áreas de cultivo actuales
en el mundo es:
- 10.000 millones de personas con un estilo de vida de la India.
- 8.000 millones de personas con un estilo de vida de China.
- 6.000 millones de personas con un estilo de vida de Latinoamérica.
- 4.500 millones de personas con un estilo de vida de Europa.
- 1.500 millones de personas con un estilo de vida de Norteamérica.
Sin
los métodos de la agricultura industrial, quizá tengamos que dividir
estas cifras por un divisor entre 2 y 3… En la naturaleza, el recurso
fundamental (luz solar) regula la capacidad de caga de la mayor parte de
las especies, cuya población sigue ciclos anuales:
Los seres humanos tenemos algo más de control sobre esto. Deberíamos ser capaces de usar nuestra inteligencia para ello.
En palabras de Dale Allen Pfeiffer:
“Actualmente,
hay 1,8 acres de tierra cultivable disponible para cultivar alimentos
por cada ciudadano estadounidense. Hacia 2050, esto disminuirá a 0,6
acres. Se requieren 1,2 acres para mantener los actuales niveles dietéticos.
Actualmente,
sólo dos naciones en este planeta son grandes exportadores de grano:
los Estados Unidos y Canadá. Hacia 2025 se espera que los EEUU cesen de
ser un exportador de alimentos debido a la demanda interna. El impacto
sobre la economía de los EEUU podría ser devastador, ya que las
exportaciones de alimentos reportan anualmente 40 mil millones de
dólares a los EEUU. O todavía más importante, millones de personas en
todo el mundo podrían morirse de hambre sin las exportaciones de
alimentos de los EEUU.”
Recomiendo el documental “How many people can live n planet Earth”, de la BBC, conducido por David Attemborough (8).
Aún
tenemos algo de margen para reconducir la situación. Las fuentes de
energía fósil estarán con nosotros algunos años más. Del buen juicio en
su uso depende nuestra supervivencia como sociedad desarrollada o una
vuelta al siglo XVIII (o algo peor).
Referencias:
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